lunes, 30 de marzo de 2009

Atrapado sin salida


Así encontraron las tropas italianas a la multitud que, hacinada en los muelles del puerto de Alicante, esperaba unos barcos que nunca llegaron: Atrapada y sin salida. Estos seres humanos, que habían cometido el terrible "delito" de defender a la democracia del ataque incruento de los que para ellos eran unos militares traidores, tenían la esperanza de subir a bordo de algún barco que los alejara de la cárcel en la que muy pronto se convertiría su país; ese por cuya libertad habían luchado tanto. Sin embargo los ansiados barcos nunca aparecieron y solo uno, el pequeño carbonero inglés Stanbrook, que estaba amarado en el puerto alicantino por pura casualidad, fue el vehículo en el que 2240 hombres, 398 mujeres y 147 niños pudieron huir. El Capitán de este navío tenía órdenes de no embarcar refugiados, pero su profunda humanidad y solidaridad con la desgracia de sus semejantes le llevó a desobedecer dicha orden. Ofreció así, a todas esas personas, la única salida posible para huir de las represalias que sufrirían después los miles y miles que quedaron en el puerto y otros más que llegaron después de que el Stanbrook zarpara.


Esta historia me ha conmovido desde el día en que tuve noticias de que había sucedido al acabar la guerra civil española en la ciudad que me vio nacer. La acción del Capitán del Stanbrook, Archibald Dickson, me pareció de un heroísmo encomíable. Por eso, al enterarme por la prensa de que sus hijos acudirían a mi ciudad para conmemorar el 70 aniversario de su hazaña, decidí acudir al acto que la Comisión Cívica de Alicante para la Recuperación de la Memoria Histórica había convocado. En efecto sus hijos estaban en el evento. Un acto que tuvo lugar en unas adversas condiciones climáticas: frío viento de levante y lluvia. A pesar de ello las miles de personas allí congregadas permanecieron en sus asientos con sus paraguas abiertos. Cuando fueron presentados los hijos del Capitán Dickson, que eran unos niños de muy corta edad cuando la guerra civil española, el publico allí reunido aplaudió de pie durante más de 5 minutos a los emocionados ancianos. La mujer que presentaba el acto tuvo que llamar a los miembros de la comisión, para que les entregaran unos obsequios que se les había preparado, pues lo aplausos no cesaban. Una vez se les hizo entrega de los obsequios, el presidente de la comisión pidió a los asistentes que si había sobrevivientes del Stanbrook o cualquiera que tuviese un familiar que había salvado la vida gracias al Capitán Dickson entre los presentes se levantase y diera un fuerte aplauso como muestra de agradecimiento. Otra vez todos los asistentes, en pie, aclamaron a el héroe inglés. La mujer que estaba a mi lado me preguntó si sabía italiano. Le dije que un poco – en realidad llevo 5 meses estudiándolo – entonces me dijo que el padre de su marido había huido de España en el pequeño buque carbonero. Le pregunté a él si su padre era español. Me contestó que era italiano y que había peleado en las brigadas internacionales. Mientras seguía aplaudiendo las lagrimas se deslizaban por sus mejillas, emocionado al ver a los hijos del hombre que, 70 años atrás, había salvado a su padre.


Ninguno de mis parientes huyó en el Stanbrook, es más, mi abuelo materno fue prisionero de la República y al paterno, según me han contado, lo enterraron con la “camisa nueva que tú bordaste en rojo ayer”. Es decir, mi familia estaba en el bando ganador. Pero eso no quita para que uno sepa reconocer cuando un acto de humanidad, del calibre del que realizó Archibald Dickson, merece un homenaje. Aplaudí emocionado la presencia de sus hijos. Aplaudí, aplaudo y aplaudiré los actos de humanidad y de solidaridad los realice quien los realice. Y aplaudo y apoyo a la Comisión Cívica de Alicante para la Recuperación de la Memoria Histórica, en su lucha por erguir los memoriales en el puerto y en el campo de Los Almendros. Por ello le pido a los responsables municipales del Partido Popular en Alicante que desbloqueen el proyecto y se pongan a la altura de las circunstancias. Esas personas fueron tratadas de una manera atroz; era una guerra y todo lo que ustedes quieran, pero eso no lo justifica. Ante todo me parece que muchos de ellos eran personas que, como los consejales del PP, ocupaban cargos de representación en una democracia. Que bajen pues nuestros ediles de ese pedestal de arrogancia en el que los veo subidos gracias al voto del pueblo y dejen para las generaciones futuras el testimonio de que hoy vivimos en una España sin rencores. Les puedo asegurar que en los actos de estos días, ninguno de los intervinientes ha mencionado la palabra odio o revancha, únicamente he escuchado la palabra dignidad.


Ojalá muy pronto pudiera ver ese memorial erguido en mi ciudad. Espero que sea con esta alcaldesa. Me parece aún más urgente que la llegada del AVE, el soterramiento de las vías del tren, o el dichoso palacio de congresos. Un lugar para recordar que aquí ocurrió una injusticia que no debe volver a ocurrir. No sigan negando la evidencia, comencemos una verdadera reconciliación. Que los bisnietos de la generación que se destruyó en aquella guerra sin sentido conozcan el verdadero sentido de la democracia: El respeto mutuo entre los seres humanos, y el respeto a las ideas de todos. Sinceramente, me gustaría aplaudirles a ustedes, señores del Partido Popular de Alicante, ese gesto.


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